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¡Cuerpo a tierra que vienen los nuestros!

El próximo viernes, 8 de mayo, arranca la campaña electoral para conformar, en nuestro caso al menos, los ayuntamientos y diputaciones forales y por ello, aunque no sea de obligado cumplimiento, me voy a autocensurar y procuraré no entrar en temas directamente ligados a la campaña en los dos próximos fines de semana, no vaya a ser que, aquellos que me leen con lupa, vean hasta lo que no está escrito.

Ahora bien, antes de que den el chupinazo de campaña, he estimado conveniente hacer un ejercicio de empatía electoral, es decir, entendiendo la empatía como la capacidad cognitiva de percibir lo que otro individuo puede sentir, me gustaría ser capaz de ponerme en el lugar de esos cientos o miles de personas que viven en pueblos más o menos pequeños del territorio guipuzcoano, que viven vinculados, en mayor o menor medida, al mundo del caserío y de la actividad agraria y que en las anteriores elecciones, en el año 2011, optaron por un cambio radical en las políticas forales hartos, quizás, de que siempre gobernasen los mismos.

En estos cuatro años, lo tenemos que reconocer, los responsables de la Diputación Foral, aupados y jaleados por la bancada propia en Juntas Generales, han sabido dar un giro en numerosas cuestiones y si bien dichos cambios serán tímidos e insuficientes para los de siempre, no creo equivocarme si digo que dichos cambios han descolocado, incluso, a muchísimos de los propios.

¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros! es el célebre grito que se atribuye al político gallego Pio Cabanillas al observar y sufrir en sus propias carnes el comportamiento cainita de sus compañeros de partido, UCD, en los últimos años de la aventura centrista de Suárez y creo que dicha frasecita resume magníficamente lo que sienten miles de personas, estrechamente vinculadas al sector agrario, ganadero y forestal, ante los cambios introducidos en esta legislatura que acaba.

Comenzando este ejercicio de empatía electoral que me he propuesto, ¿Qué pensará ese ganadero ganadero del valle de Urola que no hace mucho manifestaba a las puertas de las Juntas Generales guipuzcoanas “llevaba años reclamando que llegasen los míos y ahora, no hacen más que darnos por ….” o ese otro joven pastor que esta misma semana salía a la palestra haciendo pública su decepción con expresiones de tal calibre como “nadie ha hecho más daño al sector agrario que aquellos que tenían como lema la soberanía alimentaria, un sector primario vivo, etc”?.

¿Qué barruntarán esos muchos los baserritarras que se han sentido arrinconados y ninguneados por unos responsables departamentales que piensan, diseñan y ejecutan sus políticas para unos pocos, para aquellos encuadrados en lo que ellos llaman la agroecología dejando a un lado, aparcados en el ostracismo, lo que conocemos como el caserío de siempre y que ahora, se denomina, agricultura convencional?.

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