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Jorge GdO

03/03/14

Diez métodos para reducir el derroche de comida

La cantidad de comida que se desperdicia en el mundo se puede ejemplificar de muchas maneras, todas preocupantes: los países desarrollados desaprovechan entre 250 y 300 kilos por persona y año; en el África subsahariana y el sudeste asiático se pierde el equivalente a entre 400 y 500 calorías diarias per cápita; la superficie de la tierra dedicada a producir alimentos que se malgastan equivale a la de Canadá y la India unidas. Este despilfarro representa entre un tercio y una cuarta parte de los 4.000 millones de toneladas de comida que se producen anualmente en el planeta, según destaca un informe del Banco Mundial (BM).

El desperdicio cero resulta inalcanzable, pero el margen de mejora es amplísimo. José Antonio Cuesta, autor del estudio, explica que no hay una serie estadística que permita observar tendencias, pero se muestra convencido de que no va a la baja. “Los únicos datos fiables que tenemos son de EE UU y Reino Unido, donde el desperdicio ha crecido en los últimos años. No podemos tomar estos países como referencia, ya que tienen unas características socioeconómicas muy concretas que no son extrapolables a buena parte del mundo, pero sí muestran que queda mucho por hacer”, resume.

Las soluciones son múltiples, algunas de un gran coste económico en infraestructuras, otras que requieren solo pequeñas inversiones y algunas que atañen a la concienciación de los consumidores y distribuidores. La mayoría del dispendio innecesario de alimentos se reparte en las fases de consumo (35%), producción (24%) y almacenamiento de la comida (24%). En cada etapa de la cadena hay posibilidades de mejora, que se pueden dividir en dos grandes bloques: las que conciernen mayoritariamente a los países desarrollados (donde se despilfarra el 56% de los alimentos del planeta) y las del resto (que pierde el 44% restante).

A lo largo y ancho del planeta, los países están implementando fórmulas para atajar este derroche. Entre ellas:

Países en desarrollo

1. Refrigeradores de vapor. Los sistemas de almacenamiento en países en desarrollo pueden verse afectados por numerosos factores: cortes del suministro eléctrico, monzones, conflictos que retrasan los repartos. Para evitar que la temperatura de la comida dependa de la electricidad, países como Tanzania o India están usando refrigeradores que utilizan el vapor generado por los propios alimentos cuando les da el sol para mantener su temperatura. De esta forma se evita que algunas cosechas se echen a perder por el calor.

2. Cajas rígidas. Soluciones tan simples como utilizar cajas rígidas similares a las que usan habitualmente las fruterías de los países desarrollados suponen la diferencia entre perder cientos de kilos de alimentos por golpes y aplastamientos o aprovecharlos. En Afganistán, por ejemplo, se están sustituyendo las bolsas tradicionales por estos recipientes para los tomates.

3. Bolsas de plástico selladas herméticamente. Es otra solución sencilla que puede evitar que plagas de insectos devoren cosechas recolectadas. Los agricultores en Nigeria están empezando a emplearlas para las semillas.

4. Silos de metal. Normalmente, las cosechas son trasladadas a grandes silos. Entre el transporte y el almacenaje, el alimento pasa por fases en las que suele haber pérdidas. Kenia está experimentado con recipientes metálicos más pequeños, que pueden ser usados por familias y comunidades para conservar mejor la comida y evitar mermas en el proceso.

5. Infraestructuras. Si las soluciones hasta ahora eran baratas y fáciles de poner en marcha, esta requiere de grandes inversiones: mejorar las carreteras, las líneas eléctricas y los sistemas de transporte de los países en desarrollo ayuda a aprovechar mejor los alimentos.

Países desarrollados

6. Reducir las ofertas. Las promociones de dos por tres son el clásico ejemplo de inducción al desperdicio, ya que el consumidor compra más de lo que realmente necesita y a menudo acaba tirándolo.

7. Eliminar los contratos de mínimos. Muchos supermercados occidentales acuerdan con los agricultores adquirir un número determinado de kilos de comida, de forma que si por algún contratiempo se recolecta menos, el contrato queda invalidado. Esto provoca que los productores siembren más de esa cantidad para compensar posibles pérdidas, de forma que si todo va bien, acaban sobrando alimentos que finalmente se tiran.

8. Permitir donaciones. Hay países, como EE UU, que tienen prohibido a los restaurantes donar alimentos porque ya han sido expuestos. Cambiar estas reglas para que cuando sobren se puedan aprovechar ayudaría a desperdiciar menos comida en el sector de la hostelería.

9. Evitar compras impulsivas. Esto pasa por concienciar al consumidor de adquirir solo lo que cree que va a gastar, huir de las antedichas ofertas y planificar lo que va a comprar antes de ir a la tienda.

10. Reciclar. Cuando en las casas sobra comida, es recomendable reusarla para otros platos, como se hacía tradicionalmente con el pollo y las croquetas, por ejemplo. Es una costumbre que se está perdiendo por el cambio de hábitos en la cocina, que deja menos tiempo para preparar los alimentos.

Muchas de las circunstancias. que hacen desperdiciar alimentos son, sin embargo, consecuencia de otro tipo de progresos, como señala Alicia Langreo, directora de la sociedad de estudios Saborá, especializada en sistema alimentario. Se refiere, por ejemplo, al último punto de este decálogo: "Se pasa menos tiempo en la cocina porque la mujer se ha incorporado al mercado de trabajo y eso es algo que no queremos cambiar. También se desperdicia más porque los alimentos son baratos y a muchas personas no les merece la pena andar reciclando. Sin embargo, tampoco es deseable que los precios suban".

Ciertas normativas alimentarias, como sucede con la europea, también favorecen, en cierta medida, que se desperdicie más comida. Es el caso de los restos animales que antes se destinaban a piensos, algo prohibido desde la crisis de las vacas locas. "Es una cuestión de seguridad alimentaria", apunta Langreo quien señala la concienciación y una mayor cultura sobre la comida como posibles soluciones al despilfarro. "Lo que está claro es que algo estamos haciendo mal cuando un tercio de la población tiene sobrepeso o pasa hambre", sentencia.

Lo que más se desperdicia

Al medir en peso, la fruta es sin duda el tipo de alimento que más se desperdicia en el mundo. Supone un 44% de las alrededor de 1.300 millones de toneladas de comida que se despilfarran anualmente, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Le siguen las raíces y tubérculos (20%), los cereales (19%) y, a más distancia, la leche (8%).

Sin embargo, como señala el informe Reduciendo el desperdicio y la pérdida de alimentos del World Resources Institute, entre estos tipos de alimento varía mucho el aporte calórico por kilogramo. Por ejemplo, un kilo de harina de trigo contiene un 12% de agua y 3.643 kilocalorías, mientras que uno de manzanas, de media, tiene un 81% de agua y 1.704 kilocalorías. “Por esa razón, medir por el peso no refleja de forma coherente la energía desperdiciada que podría haber sido consumida por la población”, apunta.

Su alternativa es cuantificar las calorías. De esta forma, los cereales se situarían en cabeza de la lista, con un 53% de la energía perdida. Le siguen raíces y tubérculos (14%) y frutas y verduras (13%).