La actividad agroganadera: cara y cruz para los incendios forestales

La agricultura y la ganadería tienen su cara y su cruz -la prevención y la causa fortuita- en el terreno de los incendios forestales, y tanto colaboran en la limpieza de los montes para evitar su propagación como incluyen labores y tareas que pueden suponer un riesgo, más aún en momentos de intensa sequía.

Fecha: 01-Jul-2019

Fuente: Oviespaña


El incendio que está arrasando miles de hectáreas en la Ribera d'Ebre (Tarragona) y cuya causa apunta a la mala gestión del estiércol de una granja avícola pone de relieve el importante papel que el sector agroganadero juega en unos incendios que tanto amenazan los bosques como la superficie agrícola.


Según los últimos datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), más de la mitad de los incendios forestales se originan en el empleo del fuego en prácticas agrícolas y ganaderas, mientras que cerca del 5 % lo provocan maquinarias, vehículos o herramientas, en las que se pueden incluir cosechadoras o tractores.

En 2018, año en el que la superficie quemada (23.683 hectáreas) se redujo un 86,73 % frente a 2017, el tipo de terrenos más afectado siguió siendo el de matorral y monte abierto (66 % del total), pero la superficie más vinculada al sector agroganadero (vegetación leñosa con superficie arbolada, pastos y dehesas) fue de un 34 %.

Pero si la prevención es fundamental para minimizar los riesgos de los incendios forestales, el sector primario cuenta con una herramienta esencial, el pastoreo, para contribuir a evitarlos.

Es el caso de las llamadas "cabras u ovejas bomberas" que se alimentan en extensivo y reduce la vegetación, y por ende la cubierta que puede favorecer la extensión del incendio; una iniciativa cada vez más extendida en España y hasta incluida en planes estratégicos, como el que firmaron el año pasado Castilla-La Mancha y Aragón.

La concienciación en esta cuestión es elevada y, por ejemplo, el Gobierno ha pedido que la futura Política Agraria Común (PAC) potencie el pastoreo extensivo por su beneficio para preservar las masas forestales y evitar los incendios.
Los agricultores, por su parte, pueden colaborar en esta situación y lo hacen manteniendo el control de la vegetación de las fincas y con labores de desbroce o poda que limitan la cantidad de masa forestal susceptible de convertirse en combustible.

En esa labor hay que destacar la aportación de las comunidades autónomas y del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), que cuenta con brigadas para trabajos preventivos.
Esa es la cara, pero el sector agroganadero también tiene su cruz como causante -accidental o intencionado- de estos siniestros.

Los accidentales pueden provocarse durante las labores diarias, sobre todo por el peligro que tienen las chispas eléctricas generadas por las cosechadoras u otras maquinarias agrícolas, o por las quemas de pastos sin las medidas adecuadas.

Accidental parece haber sido el origen del de Tarragona: los agentes rurales que lo investigan apuntan que se habría provocado porque el estiércol de la granja fermentó, subió mucho de temperatura, lo que -unido al viento que soplaba en esa zona- hizo que aflorase una llama en una zona próxima de masa forestal.

No obstante, los mismos investigadores plantean algún tipo de negligencia por un "uso inadecuado" de la estercolera, ya que se llevó a cabo un apilamiento "en una zona que no correspondía".

Los fuegos intencionados por agricultores o ganaderos se han producido en algunos casos, y los motivos pueden ser variados, desde quemar terreno para nuevos usos (normalmente agrarios o ganaderos) y regenerar pastos: acciones que tienen sus consecuencias penales.

Un buen manejo de las actividades agrícolas y ganaderas, así como una buena concienciación a los productores se antojan esenciales para reducir el número de incendios forestales en España.