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Blanca Perez

08/12/14

La Mayora que nos hizo tropicales

España, aquí, es tropical, sin que haya llegado el cambio climático. En esta finca de Algarrobo, que adquirió un alemán, Dieter Wienberg, por encargo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) hace 50 años, hay en unas ramas una especie de mango, el Ataulfo, que es pequeño, amarillo y con un punto salado, se investiga cómo conseguir chirimoyas sin semillas a escupir y, además, se intenta matar a la temida mosca blanca con ciencia, para que dejen a las hortalizas crecer en paz. Se estudia al aguacate y la araña que afecta a sus hojas, se hacen expertos en resistencias a virus y son observadores continuos de raíces sin agua. Así se investiga la agricultura. Y, así, de paso, se demuestra cómo la ciencia tiene aplicación en un sector vital. En La Mayora, con doctores de ida y vuelta a California y restos del mundo, son muy aplicados.

El Instituto de La Mayora, fundado con ayuda del Gobierno alemán, sigue siendo la aventura maravillosa del CSIC, ahora apoyado por la Universidad de Málaga, que hizo posible que el aroma del trópico producido en Europa se posara en los postres y ensaladas de los climas fríos en forma de aguacate y de mangos. Además, desde aquí se hizo posible la invasión europea de la fresa española en primavera, aunque, después, las características más idóneas del terreno y mano de obra más disponible hicieron que el fresón quedara asociado a Lepe.

Pero La Mayora no se paró con sus tres grandes éxitos -mango, aguacate y fresón- y continúa investigando la introducción de nuevos frutos y viendo las posibilidades de mejora de los que ya están. Lo van explicando en una mañana divulgativa Enrique Moriones, director, Iñaki Hormaza, responsable de cultivos frutales y Antonio Cordón, el gerente. Hay tiempo para buenas noticias, como la colocación de los doctores que salen de aquí en potentes departamentos de I+D en multinacionales de Almería y para las que podrían llegar si el sector fuera todavía más receptivo a la investigación que sale de esta finca experimental a la que Wienberg llegó después del estudiar el clima de todo Mediterráneo. No encontró nada más tropical que la Axarquía y la costa de Granada. Costa tropical.

En el centro, actualmente trabajan 29 investigadores, trece directamente del CSIC y el resto de la Universidad de Málaga. En la ampliación del campus universitario irá un edificio para esta aventura conjunta, pero la finca seguirá siendo vital. Además de invernaderos, hay edificios esparcidos entre los cultivos. Uno de ellos sirve de alojamiento para los investigadores de paso, llegados de todo el mundo. Una estación experimental pero, en vez en el espacio, rodeados de todo tipo de plantas, polen y moscas en invernadero.

Investigar y experimentar

Cuentan la satisfacción de que haya acabado con ellos su tesis un vietnamita sobre el logan, una de las frutas más apreciadas en Asia. Hasta aquí vino para investigar sobre el ojo del dragón, otra fruta -del tamaño del lichi y del madroño-que podría darse perfectamente en esta zona. «Pero los productores no están muy receptivos porque hace años plantaron lichi y fracasaron. Eso fue un ejemplo de lo importante que es la investigación. Lo hicieron sin saber y plantaron un tipo de especie que no se adaptó. Ahora sería distinto», explica Hormaza. Tanto el lichi como el logan son muy apreciados por los asiáticos, una población que no para de crecer en España.

En uno de los invernaderos, construidos en los años 60, están los ejemplares de papaya. Después de intentos en el exterior, Iñaki Hormaza cuenta que sí va bien para interiores de plástico: «Necesita protección, sobre todo del viento», dice. Cerca de allí están los ejemplares del árbol de chirimoyas que puede llegar a dar esta fruta sin pepitas. El misterio por resolver es cómo será de bueno el sabor. En La Mayora tienen la mejor colección mundial para experimentar. Como esa variedad genética que apareció en Tailandia de manera natural con apenas pepitas y que ha permitido identificar al gen responsable de producir los huesecitos negros. Llegarán a la chirimoya blanca entera de manera natural, o sea, por selección genética que no transgénesis.

Fue esta fruta una de las que más alegrías ha dado a Hormaza, que cuenta cómo fueron capaces de asesorar en un proyecto europeo de cooperación a una cooperativa de agricultores ecuatorianos para que los árboles, dedicados a sombrear a la planta del café, mejoraran. «Multiplicaron por diez el precio que les pagaban localmente. Llegaron a los 70 céntimos el kilo», explica.

Cuesta arriba se llega a la parcela de los mangos. Ya no quedan apenas. Hace un mes, los árboles estaban cuajados. Sí que hay al fondo un árbol con el fruto más pequeño y amarillo. Son los ataulfos, explica Hormaza, una variedad mexicana muy sabrosa que no acaba de extenderse por la Axarquía, pese a que podría alargar la época de producción. Le pasa lo mismo al sector con las reticencias a cultivar otros aguacates distintos al Hass, el de piel rugosa que toma su nombre de aquel señor de California que hace décadas lo encontró en su huerto. «Fue EEUU quien convenció al mercado de que el mejor aguacate era el Hass, porque la piel rugosa permite disimular mejor los defectos y cambia de color cuando va madurando», explica Moriones. «Pero si plantaran más variedades, podrían extender mucho más la época de producción», añade.

No todo es tropical en esta finca. En uno de los invernaderos, someten a plantas de tomate a régimen de agua y sal. Poca y mucha, para ver cómo aguantan y conseguir plantas que precisen cada vez menos riego.

La industria agrícola de Almería

En La Mayora trabajan mucho con Almería y tienen palabras de elogio para una zona que sí se ha tomado la agricultura como una industria. Y dan una cifra para probar la enormidad de la gesta almeriense: «Se ha pasado de 12.000 toneladas de producción de tomate en los años 60 al millón de ahora», explica Moriones, satisfecho con que muchos de los doctores se hayan ido a empresas de allí y vayan tejiendo una red en la que todos hablan el mismo lenguaje de la ciencia. También, añade, trabajan con resistencias naturales de las plantas y en recuperación de semillas autóctonas, dos aspectos muy importantes para la agricultura ecológica.

En otro de los invernaderos estudian al enemigo. Allí, las plantas están en unos cubos acristalados que albergan a miles de moscas blancas frenéticas, una plaga que está afectando a huertas de todo el mundo. Dotar de defensas biológicas a las plantas para repelerlas sería un gran éxito. Sería otra hazaña de esta estación que lleva 50 años haciendo a España más tropical. En el mejor sentido. 20.000 toneladas de mango en la cosecha de este año. Y la mayor preocupación de los agricultores: los robos en el campo. En eso La Mayora no puede ayudar.