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Eugenio DOP

09/09/14

Los científicos no tienen dudas: los pesticidas acaban con las abejas

El síndrome de despoblamiento de las colmenas tiene un causante claro: los pesticidas de tipo neonicotinoide, en opinión de importantes científicos que participaron ayer en la primera jornada de EurBee 2014, el congreso que reúne hasta mañana en Murcia a expertos de todo el mundo en insectos polinizadores. Así lo ve el profesor Dave Goulson, de la universidad británica de Essex, un animoso divulgador que no duda en disfrazarse de abejorro en su país –la foto está en internet– para alertar sobre el peligro de la agricultura intensiva y tecnificada sobre la fauna menuda.

La suya fue una de las conferencias más reveladoras: los pesticidas no solo desorientan a las abejas sino que se acumulan en el terreno en cantidades cercanas al 95%, con lo cual las sustancias nocivas son reabsorbidas por las plantas y arrastradas por el agua –datos contrastados mediante estudios en el sureste de Inglaterra–. Un drama también en opinión del profesor de la Universidad de Murcia José Serrano –catedrático de Zoología en la Facultad de Veterinaria–, quien presentó a Dave Goulson y moderó el coloquio posterior a su charla: «Las conclusiones son aplastantes y deprimentes», explicó ayer a ‘La Verdad’, «el panorama es muy sombrío porque se ha demostrado que los pesticidas afectan a los insectos polinizadores incluso en cantidades muy pequeñas, con terribles efectos secundarios por la acumulación de contaminantes en las colmenas, lo que debilita el sistema inmunitario de los insectos y los hace más vulnerables a las enfermedades».

Pese a que los tres pesticidas más dañinos han sido prohibidos por Bruselas durante dos años, los científicos dudan del beneficio real de esta moratoria puesto que el contaminante permanece en el sustrato y contamina de nuevo las semillas, además de que consideran muy corto este plazo si realmente se pretende comprobar una hipotética recuperación de las poblaciones de abejas.

Se trata de la clotianidina, el imidacloprid y el tiametoxam, sustancias con las que se fumigan los cultivos de maíz, colza, girasol, algodón y lechuga. No matan directamente a los insectos pero los desorientan y ya no son capaces de regresar a las colmenas. «Osea; como si estuvieran muertos», resume Serrano.

¿Qué hacer, entonces? La solución no es muy original, coinciden Dave Goulson y José Serrano, puesto que la receta se ha aplicado hasta hace unas décadas: el control integrado de plagas, un modelo que consiste en combinar tratamientos químicos poco agresivos con sistemas biológicos y basados en depredadores naturales. «Las buenas prácticas que casi se han abandonado, y que consisten en sacar partido de la propia naturaleza», explica el profesor murciano, que recela de los efectos de los pesticidas a largo plazo: «No conocemos ni todo el bien ni todo el mal que causan porque no se han estudiado a fondo. Son bombas de relojería».