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Marta García

09/09/14

Un grupo de emprendedores revoluciona Madrid con la agricultura ecológica

El ritual es tan antiguo como la propia capital, como cualquier otra ciudad grande de España: que los agricultores y otros pequeños productores se acerquen desde el pueblo, sobre todo los fines de semana, a vender su producto fresco, artesano, limpio de químicos, de conservantes nocivos para la salud y sin producir emisiones de dióxido de carbono, porque vienen de muy cerca.

Los gigantes camiones de reparto de las grandes superficies les han ido sustituyendo para transportar naranjas o arroz que fácilmente pueden venir del otro lado del planeta y que, además de llegar con una significativa huella ecológica, poco se puede saber de quién los ha cultivado o fabricado y en qué condiciones.

Pequeños productores

La actual crisis económica ha llevado a muchos emprendedores, sobre todo jóvenes, a querer dar una vuelta de tuerca a este sistema y a empeñarse en que los pequeños productores de cercanía y de ecológico vuelvan a ganar protagonismo en el consumo urbano.

En definitiva, a que se sepa quién y cómo produce las judías verdes de nuestra cena o las galletas de mantequilla del desayuno.

Inspirados en los mercados de productores ecológicos de las ciudades más a la vanguardia de Europa, los llamados 'Farmers Market', y con el objetivo de ser, además de negocios rentables, promotores de una nueva forma de vida, han nacido en Madrid iniciativas como La Buena Vida, Amores Berros, Mamá Campo o El Huerto de Lucas, y está al caer el Mercado de Productores de Matadero, que arranca a finales de mes.

La Buena Vida, que se celebra cada primer fin de semana de mes en el espacio Hub del barrio de Las Letras, fue pionero y lleva dos años acercando al corazón de la capital a "productores ecológicos, artesanos y de proximidad, además de creando un espacio de reflexión sobre cómo consumimos, nos movemos o cuidamos", explica Miguel López, uno de los organizadores.

Mercado mensual

En este colorido y concurrido mercado mensual por el que han pasado ya más de 60.000 personas uno puede degustar desde una cerveza artesanal de Madrid, a una mermelada de pera con jengibre de una conservera local o aprender cómo elaborar queso fresco en casa a través de alguno de los talleres que se celebran allí mismo.

Unas calles más arriba, en el barrio de Chueca, abrió sus puertas hace poco más de tres meses 'El Huerto de Lucas', un mercado de puestos enteramente ecológicos alrededor de una placita cubierta e iluminada con luz natural donde se encuentra una cantina para comer.

"El proyecto plasma la inquietud por aunar todo tipo de productos ecológicos en un solo espacio de la médico Pilar Muñoz-Calero, presidenta de la Fundación Alborada, que presta ayuda a las personas afectadas por la sensibilidad química múltiple, que ella misma padece", detalla Alejando Muñoz-Calero, uno de los dos sobrinos con los que Pilar ha desarrollado la iniciativa.

El espacio acoge charlas y talleres sobre salud y medio ambiente, y según Muñoz-Calero ha tenido una "acogida sensacional".

Sobrepasados por el éxito están también los dos emprendedores que pusieron en marcha el pasado invierno Mamá Campo en la céntrica plaza de Olavide, David Yllera y Nacho Aparicio.

Mundo del marketing

Vienen del mundo del marketing y la publicidad, respectivamente, no tenían más relación con la restauración y las tiendas que el ser consumidores de ecológico a pequeña escala y sí mucho coraje de que "comprar un kilo de naranjas ecológicas en Madrid supusiera pagar ocho euros y sentirte un friki al entrar al lugar donde las vendían", dice Aparicio.

Mamá Campo está compuesto por una tienda con todo tipo de alimentos ecológicos, desde verdura a carne, yogures o galletas; un restaurante; y un espacio asociado, 'La Cocinita', dedicada a la alimentación infantil y actividades para niños; los tres situados a escasa distancia unos de otros.

Los espacios funcionan en círculo de manera que la tienda es la despensa del restaurante; y el restaurante a su vez nutre a la tienda de platos preparados... tan sugerentes como torrija de bizcocho de polen hecho artesanalmente en un horno de Lozoya o gazpacho de remolacha con "tomates de la huerta de Aurora en Aranjuez".

Aparicio, que es de León y creció oyendo en su casa de quién era la lechuga de la ensalada, tiene dos obsesiones a la hora de gestionar un negocio que "va viento en popa -dice-": "Dignificar la figura del productor y que la gente sepa lo que está comiendo, por eso tanto en el restaurante como en la tienda explicamos de dónde vienen los ingredientes". Y la segunda, que el acceso a alimentos sanos y ecológicos no sea un bien de lujo; por eso comer en su restaurante cuesta alrededor de 25 euros, y los precios de su tienda son asequibles también para sus vecinas de 80 años con pequeñas pensiones en el barrio de Chamberí.