Luis Vicente Monteagudo · Sep 17, 2019 at 01:43
Tradicionalmente, en la ganadería española se denominan “machorras” las ovejas estériles, de forma permanente, (que frecuentemente muestran signos de masculinidad o intersexualidad) o incluso aquellas para las que hayan transcurrido más de dos años desde su último parto. Su único aprovechamiento posible era el culinario, hasta tal punto que la cuarta acepción en el diccionario de la palabra machorra es “Oveja que en festividades o bodas se mata en los pueblos para celebrar la fiesta”.

Para las ovejas que han tenido partos en temporadas anteriores, las posibles causas de la esterilidad sobrevenida son muy variadas: desde daños obstétricos durante el parto hasta infecciones que alteren el aparato genital. Por ejemplo, hace unos años, los veterinarios del Servicio de Clínica de Rumiantes de la Facultad de Veterinaria de Zaragoza (SCRUM), descubrieron un feto momificado en el cuello del útero de una oveja trasandosca de la que se desconocía que hubiera gestado: se explicaba así su condición de “machorra”, aun no presentando ninguna masculinización. Obviamente, es imprescindible controlar la producción de cada ejemplar de forma continuada para detectar estas situaciones cuanto antes y adoptar las oportunas medidas de tratamiento o descarte.

Cuestión diferente, y de mucho mayor interés, es detectar las futuras “machorras” al elegir los lotes de reposición.

Con frecuencia, los programas de mejora incluyen como criterio de selección para las ovejas el proceder de un parto gemelar. En este caso, el síndrome conocido tradicionalmente como freemartinismo es una preocupación frecuente y creciente. Corderas que no llaman la atención por su aspecto externo a edades tempranas, al llegar a la pubertad muestran una clara masculinización. Son totalmente estériles, y muestran graves anomalías de desarrollo del aparato genital, con presencia de testículos intra-abdominales o inguinales, vagina muy corta y comportamiento típico de los moruecos.

El origen del problema es la anastomosis placentaria: en una gestación doble, los vasos sanguíneos de ambos fetos puede comunicarse. Así, un embrión originalmente femenino puede recibir sangre de su gemelo macho, que al contener factores hormonales de masculinización, alterará su correcto desarrollo genital, con los resultados arriba indicados.

Hay diferentes pruebas de laboratorio para confirmar esta condición, basadas en la visualización directa del cromosoma Y o en la amplificación de DNA de este cromosoma, que no debería aparecer en las hembras normalmente y que en estos casos procede del hermano macho. Pero no existe ningún tratamiento, y la pérdida económica es irremediable.

El trabajo con los compañeros del SCRUM nos ha permitido elaborar un breve decálogo para reducir el número de casos y detectar tempranamente los existentes, incluso evitando su entrada en lotes de reposición, mediante un sencillo examen visual:

-Registre correctamente para cada parto el sexo de los neonatos.

-Si su criterio de selección de hembras exige que procedan de parto doble, priorice a las que tuvieron una hermana.

-El comportamiento de micción de las corderas afectadas suele verse modificado desde el nacimiento: reproducen al orinar los movimientos de los machos, elevando ligeramente el cuarto trasero en vez de acercarlo al suelo apartando la cola. Como resultado, antes del raboteo, en estas corderas la orina sale de la uretra golpeando la cola, salpicando muslos y perineo, y escurriendo hasta el corvejón. Al cabo de unos días toda la zona suele quedar oscurecida, húmeda, y con olor muy intenso a orina (no debe confundirse con cuadros diarreicos). Una práctica muy recomendable y muy útil, antes de la elección de las corderas para reposición, es observar los cuartos traseros de todas ellas durante la ingesta de alimentos: las imágenes suelen ser elocuentes y la detección muy sencilla (Figura 1).

-El clítoris suele aparecer agrandado, frecuentemente con la salida de la uretra ligeramente inclinada en orientación dorsal. La vagina es muy corta: con un tubo de toma de muestras de sangre (de los habituales para 5 ml), se comprueba que no supera los 2,5 cm.

-Si la cordera afectada no es detectada, tras el raboteo mantendrá ese comportamiento “masculino” de micción, y para enojo de los cuidadores, puede emitir chorros de orina horizontales incluso a cierta distancia.

-Al llegar a la pubertad su comportamiento será claramente masculino, y es habitual que ciertos caracteres externos (forma de la cara, por ejemplo), también se masculinicen. Su aspecto corporal general en la edad adulta suele ser muy bueno, ya que no pasan por gestaciones ni lactancias, lo que paradójicamente complica su eliminación por parte de algunos ganaderos.

-En todo caso es imprescindible un control estricto de las producciones: con cierta frecuencia hemos diagnosticado ejemplares claramente masculinizados con varios años de edad, lo que refleja un claro descontrol de su improductividad en el rebaño.

Si ganaderos o servicios veterinarios lo creen oportuno, el laboratorio puede siempre confirmar el diagnóstico.

Luis Vicente Monteagudo Ibáñez - Facultad de Veterinaria. Universidad de Zaragoza
monteagu@unizar.es