Cristina Mallor · Oct 31, 2019 at 01:37
Las variedades locales han sido seleccionadas por los agricultores, transmitiendo las semillas y los conocimientos asociados a las mismas de generación en generación, a partir de un equilibrio entre productividad y calidad sensorial o culinaria, por lo que en la mayor parte de los casos se caracterizan tanto por su adaptación al medio como por su sabor. Esto hace que se trate de una fuente de variabilidad excepcional, tanto para la recuperación directa de su cultivo como para la selección y desarrollo de variedades mejoradas.

Las variedades locales, por sus características (adaptación a sistemas de cultivo con bajos insumos, aumento de la biodiversidad presente en el ecosistema, adaptación a condiciones locales y en ocasiones resistencia a plagas y enfermedades), suponen una apuesta por el desarrollo sostenible y una oportunidad para la recuperación y aprovechamiento de las variedades tradicionales con una reconocida calidad. Así, los cultivares locales o tradicionales son una fuente de variabilidad genética con el potencial de ser utilizados para favorecer la diversidad de cultivos, disminuyendo el riesgo por cambios ambientales o de mercado, así como para atender la creciente demanda de productos sostenibles, saludables, con sabor y de producción local.

Muchas de las variedades locales tienen unas características y un sabor que supera con creces al de las comerciales, que en ocasiones han sido seleccionadas siguiendo otros criterios comerciales. Sin embargo, hay que considerar que también existen variedades tradicionales sin apenas valor culinario, pero que se cultivaban porque eran las únicas capaces de adaptarse a las condiciones del terreno en el contexto de una agricultura de subsistencia. Por otro lado, a veces no está explotado todo el potencial de las variedades locales, que pueden aumentar su calidad y productividad a través de procesos de selección y mejora genética. Los agricultores han utilizado tradicionalmente de forma inconsciente el método de selección masal, guardando la semilla de los mejores frutos para conformar la siguiente generación. Este método de selección puede verse mejorado utilizando diferentes metodologías que permiten obtener más información sobre los individuos de la población, con el fin de determinar cuáles son los mejores, por ejemplo, midiendo la cantidad de azúcares analíticamente, o realizando seguimientos individualizados de las plantas, ya que en ocasiones no es suficiente con seleccionar el mejor fruto para extraer sus semillas. Por ello, es necesario que la recuperación de estos cultivos tradicionales implique a un equipo multidisciplinar que contemple todos los aspectos de la cadena de valor, desde el productor hasta el consumidor, con el fin de ofrecer la máxima información que pueda promocionar y rentabilizar futuras explotaciones con estas variedades locales.

Cristina Mallor - Centro de Investigación y Tecnología agroalimentaria (CITA). Banco de Germoplasma Hortícola. Gobierno de Aragón