La Unión Europea (UE) depende en un 70% de las importaciones de cultivos ricos en proteínas, un fenómeno denominado como “brecha proteica”. La dependencia es mucho mayor cuando hablamos solo de semillas de soja, donde la UE solo cubre el 5% de su demanda. La tasa de importaciones de soja en la UE es superior al 90%, lo que deja a la agricultura europea en una situación de vulnerabilidad ante improvistos.
El pasado 19 de mayo de 2022, la Comisión Europea autorizó dos cultivos modificados genéticamente para alimentación humana y animal.