Más del 80% de las plantas superiores, incluyendo cultivos básicos para la alimentación humana y animal, pueden establecer simbiosis con hongos micorrícicos del suelo. En esta asociación mutualista, la planta proporciona azúcares al hongo presente en la raíz, lo que supone un sumidero importante del carbono fijado en la parte aérea durante el proceso de fotosíntesis. El hongo micorrícico, por su parte, favorece la absorción de agua y nutrientes minerales presentes en el suelo, entre los que destacan el fósforo y ciertos micronutrientes como el hierro, el cobre o el zinc, todos ellos esenciales para el correcto desarrollo y funcionamiento del organismo humano.
Algunos de estos oligoelementos son deficitarios en la dieta humana incluso en países desarrollados, fenómeno conocido como ‘hidden hunger’ o hambre oculta. En condiciones de cambio climático, con una atmósfera enriquecida en CO, cabe esperar que las partes comestibles de los cultivos presenten un desequilibrio más acusado entre los niveles de carbono y de oligoelementos, lo cual presumiblemente se mitigaría en los cultivos asociados a hongos micorrícicos. Por otro lado, se ha comprobado que estos hongos pueden inducir la acumulación de compuestos con potencial antioxidante, ya que el establecimiento inicial de la simbiosis conlleva una activación de rutas del metabolismo secundario de las plantas, que es aún más acusada en plantas afectadas por condiciones ambientales adversas, tales como la sequía.
Por último, cabe mencionar que la asociación micorrícica puede proteger a las plantas frente al ataque de patógenos cuya distribución geográfica puede verse afectada por el cambio climático. Estos patógenos, además de provocar pérdidas en las cosechas, pueden liberar en ocasiones toxinas que amenazan la seguridad alimentaria del consumidor.
El mejoramiento en la reforestación y la agricultura es posible gracias al trabajo de científicos del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), unidad Irapuato, quienes utilizan diferentes cepas de hongos y bacterias para promover el desarrollo y la salud de los árboles, lo que les ha permitido acelerar el crecimiento de diferentes especies hasta 40 por ciento.
El laboratorio ID Forest de Venta de Baños (Palencia) ha demostrado que el uso de hongos como abono natural en agricultura, horticultura y jardinería, es un método natural y ecológico, alternativo a los abonos químicos, con el que se obtienen los mismos resultados, sin contaminar y regenerando el suelo.
Resumen:
Más del 80% de las plantas superiores, incluyendo cultivos básicos para la alimentación humana y animal, pueden establecer simbiosis con hongos micorrícicos del suelo. En esta asociación mutualista, la planta proporciona azúcares al hongo presente en la raíz, lo que supone un sumidero importante del carbono fijado en la parte aérea durante el proceso de fotosíntesis. El hongo micorrícico, por su parte, favorece la absorción de agua y nutrientes minerales presentes en el suelo, entre los que destacan el fósforo y ciertos micronutrientes como el hierro, el cobre o el zinc, todos ellos esenciales para el correcto desarrollo y funcionamiento del organismo humano.
Algunos de estos oligoelementos son deficitarios en la dieta humana incluso en países desarrollados, fenómeno conocido como ‘hidden hunger’ o hambre oculta. En condiciones de cambio climático, con una atmósfera enriquecida en CO, cabe esperar que las partes comestibles de los cultivos presenten un desequilibrio más acusado entre los niveles de carbono y de oligoelementos, lo cual presumiblemente se mitigaría en los cultivos asociados a hongos micorrícicos. Por otro lado, se ha comprobado que estos hongos pueden inducir la acumulación de compuestos con potencial antioxidante, ya que el establecimiento inicial de la simbiosis conlleva una activación de rutas del metabolismo secundario de las plantas, que es aún más acusada en plantas afectadas por condiciones ambientales adversas, tales como la sequía.
Por último, cabe mencionar que la asociación micorrícica puede proteger a las plantas frente al ataque de patógenos cuya distribución geográfica puede verse afectada por el cambio climático. Estos patógenos, además de provocar pérdidas en las cosechas, pueden liberar en ocasiones toxinas que amenazan la seguridad alimentaria del consumidor.